Pocas fiestas son más universales que el Carnaval, unas fiestas que se celebran en prácticamente todos los rincones del mundo y Madrid no iba a menos. Hoy os propongo un breve recorrido a través de la historia del Carnaval madrileño, desde finales del siglo XVI hasta nuestros días.
Las fiestas populares se solían celebrar para señalar los cambios de estación: las numerosas romerías que se celebraban a lo largo y ancho de nuestra geografía señalaban llegada de la primavera, San Juan y San Pedro inauguraban el verano y el invierno tocaba a su fin con el Carnaval, paso previo a la época de Cuaresma. En aquel Madrid de misa y comunión diaria y golpes de pecho, las fiestas de Carnaval eran las más multitudinarias, ya que, todos los madrileños, pertenecieran al estrato social que perteneciesen, eran bienvenidos.
De todas las fiestas populares, el Carnaval siempre fue la más regulada por las autoridades, dada la costumbre de aprovechar las celebraciones para gastar bromas pesadas y hacer mofa y burla. Ya desde finales del siglo XVI se adopto la costumbre del pregón, y sirva como ejemplo algunas frases extraídas de uno de los primeros pregones del Carnaval de la Villa y Corte de Madrid del que hay constancia en las crónicas y cronicones de la época: “…que ninguna persona osada de hacer ni vender huevos que llaman de azahar para tirar, ninguna persona sea osada los tres días de Carnestolendas de tirarlos. Ni pellas de nieve ni de otra cosa, ni echar mazas de estopa ni de otra cosa, ni tirar salvado ni harina, ni jeringazos de agua ni otra cosa, ni naranjas, ni traer ni dar vejigazos”. Por un lado, las vejigas eran los engaños y las burlas y las Carnestolendas representaban la inversión de valores propia del Carnaval, aunque eso si, siempre dentro de un orden.
La permisividad de las autoridades durante estas fechas constituía una válvula de escape de las clases populares mas desfavorecidas. Los alguaciles tenían orden de dejar hacer, aunque en determinados momentos de crisis ya fuera política o económica, hambruna e inestabilidad social se adoptaran medidas especiales encaminadas a mantener el orden público. Dado que el Carnaval es una fiesta llena de violencia ritual en la que se lanzan huevos, se mantea o se hace mofa de todo y de todos, en ocasiones era inevitable que esta la violencia se desbordara. Sigue leyendo